miércoles, junio 25, 2008

Comunicación


En nuestro país no hay mucha tradición de educar y formar a las personas para adquirir habilidades de comunicación. Como en esta sociedad actual la necesidad va siendo mayor, se van desarrollando métodos y técnicas para suplir las carencias que todos podemos tener en esta difícil materia.
¿Cómo nos expresamos en público? ¿Se nos nota el "miedo escénico" que casi todos los oradores sentimos, incluso los actores más experimentados? Y no sólo para exponer lo que tenemos preparado, sino también para responder a preguntas no previstas. En Norteamérica lo tienen muy claro: las habilidades orales en los dos tipos de entorno, formal (sala de conferencias) e informal (comentarios distendidos fuera del estrado), definen a la persona mejor que muchos escritos.
Todavía recuerdo mis dificultades cuando tuve que enfrentarme por primera vez a un aula con alumnos y a una sala de conferencias sin que jamás, durante toda mi formación, hubiera recibido un mínimo entrenamiento, ni siquiera unas nociones teóricas. Lamento mucho los errores que cometí y los malos ratos que pasé y que hice pasar a mi audiencia, que sin duda se hubieran podido paliar con un poco de formación previa.

Hoy hemos organizado la presentación oral de los trabajos de los alumnos que voluntariamente han querido realizarla. Las tres horas destinadas al examen escrito las hemos dedicado a estas presentaciones. Los alumnos participantes, tanto los ponentes como los oyentes, sin duda han mostrado mucha mayor satisfacción con este empleo de tiempo que si se hubieran dedicado a un examen ordinario, en donde apenas hay interacción entre las personas. La comunicación oral resulta en sí misma una actividad muy gratificante; como decía Goethe, "Somos diálogo".

Mi impresión después de esta experiencia es que vale la pena el esfuerzo de formar a nuestros alumnos en la comunicación oral, aunque no tengamos como objetivo principal desarrollar estas habilidades. No sólo en hablar ante el público, sino también el poder comentar un trabajo o un texto aunque sea en privado con el profesor. Los alumnos están muy poco acostumbrados en general a hablar con los profesores directamente. Entregan el trabajo escrito el último día y sin oportunidad de comentarlo y corregirlo. La mayoría de las veces, los profesores no les han transmitido ningún comentario, corrección o consideración al trabajo entregado, y se han limitado a calificarlo. Y la falta de tiempo es una excusa perfecta.

En escasas ocasiones he podido obtener respuesta de los alumnos a las correcciones y comentarios que sus trabajos me han suscitado. Uno de estos alumnos me comentó que ¡era la primera vez que le corregían un trabajo!. Durante sus estudios universitarios en una escuela privada de magisterio, mi hijo aprendió el vicio del plagio: era más sencillo "cortar y pegar" que redactar un trabajo original, porque los profesores no se leían los trabajos y los valoraban "al peso", por el número de páginas.
Tuve un caso de un alumno extranjero con graves dificultades de uso del castellano, que necesitó reescribir cuatro veces su trabajo, cosa que hizo con gran tesón y consiguió mejorar mucho. Este alumno me transmitió su satisfacción por haber podido aprender a comunicarse además de aprender la temática de su trabajo. Quizá porque era extranjero aceptó las correcciones y las tuvo en cuenta... Creo que en España estamos muy poco entrenados para esta dura tarea: corregir y ser corregidos está muy mal visto. Y sin embargo ¡es tan necesario....!