miércoles, marzo 01, 2006

Objetivo: enseñanza creativa y participativa

Sin duda que muchos estudiantes hemos realizado trabajos de investigación para muchas asignaturas, en las que el profesor nos encargaba un tema, y el alumno recopilaba y resumía la información. Este método docente es muy conocido y no es por tanto ninguna novedad en sí. Lo que mis estudiantes han encontrado relativamente novedoso en mi planteamiento docente hacia ellos eran dos aspectos:

1): donde otros trabajos terminaban (recopilar y resumir información), el que habían de hacer para mi asignatura, empezaba. Un resumen bien organizado de todo lo leído era una buena base, pero no un trabajo original. Ellos tenían que enfrentarse a un trabajo original, ya fuera teórico (poner a prueba una hipótesis) o práctico (identificar los vertebrados fósiles que aparecían en una muestra no conocida). Es decir, lo que iba a resultar de su trabajo no era algo previamente ya conocido.
2): el trabajo pasaba por fases previas de discusión y corrección conmigo, antes de ser definitivamente terminado y entregado. Algunos alumnos me han comentado, para mi sorpresa, que era la primera vez que les corregían un trabajo (¡!). La mayoría de trabajos que habían realizado antes simplemente se entregaban y calificaban sin haber sido corregidos, discutidos o comentados antes de su ejecución final. Otros alumnos reaccionan negativamente ante este proceso: "Le lleves lo que le lleves, siempre va a querer modificar algo", se dicen. Suelo advertirles que son ellos quienes deciden cuándo y cómo terminan un trabajo, de modo que no hay un número de correcciones determinado y este proceso puede ser tan breve como quieran (normalmente dos sesiones suelen bastar). En una ocasión, un alumno marroquí de Doctorado necesitó excepcionalmente seis o siete sesiones hasta conseguir un resultado aceptable, en gran parte debido a su dificultad lingüística. Pero tras aquel duro trabajo, en vez de acabar harto de mí, vino a expresarme su satisfacción por lo mucho que había aprendido.

Yo misma he aprendido mucho de mis alumnos en estas sesiones de discusión. Sus planteamientos, resistencias y descubrimientos me han sido siempre estímulos muy útiles y gratificantes. Estoy especialmente agradecida a uno de mis primeros alumnos, Emilio BLANCO, quien recibió mis críticas de novata como un jarro de agua fría. Yo no sabía aún graduar las raciones de "cal" y "arena" en mis comentarios y le eché demasiada "cal", como si fuera un científico de un nivel igual al mío. Los pocos años que nos llevábamos y mi inexperiencia me hicieron equivocarme. Pero Emilio, aun abrumado ante mi avalancha de críticas, tuvo la valentía y la madurez de expresarme su sentir y ser así maestro de su maestra, para permitirme corregir mi planteamiento. Siempre se lo agradeceré. Felizmente pude expresárselo en un reencuentro reciente (en la foto se ve lo contentos que estábamos los dos) y comprobar encantada que no guardaba un mal recuerdo de mí, ya que aquel "encontronazo" no le resultó negativo. Comprobado: el diálogo convierte los errores en aprendizajes.

En alguna ocasión, los trabajos de los alumnos han salido tan redondos que han podido ser publicados en una revista científica poco después de haberlos terminado, siendo para ellos un logro interesante para su curriculum vitae. Es una prueba, aunque no la única, de que han hecho un buen trabajo original. Enfrentarse a las correcciones de los revisores científicos, que suele ser muy duro para todos los autores, les resulta más sencillo después del aprendizaje conmigo.